Aug 30, 2007

2-Pedro 1:1-11... Que belleza!!!

A los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo han recibido una fe tan preciosa como la nuestra.

Que abunden en ustedes la gracia y la paz por medio del conocimiento que tienen de Dios y de Jesús nuestro Señor.

Firmeza en el llamamiento y en la elección Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina. Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento; al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, les harán crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y evitarán que sean inútiles e improductivos. En cambio, el que no las tiene es tan corto de vista que ya ni ve, y se olvida de que ha sido limpiado de sus antiguos pecados. Por lo tanto, hermanos, esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue quien los eligió. Si hacen estas cosas, no caerán jamás, y se les abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Aspire A Grandes Cosas... y Libere Su Fe

Imagínese lo que es tener suficiente fe como para impresionar a Dios. ¿Le parece eso algo exagerado? En Mateo 8, un centurión (oficial al mando en el ejército romano) vino a ver a Jesús para interceder por su siervo quien estaba enfermo y atormentado. Cuando Jesús se ofreció ir a la casa del centurión y sanar al siervo, el oficial respondió: "Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará" (verso 8).

Este era un hombre que conocía el poder de las palabras. Después de todo, él era un oficial en el ejército. Cuando el hablaba, todos le prestaban atención y hacían lo que él ordenaba. En este caso, Jesús hizo también lo que el centurión le pidió.

¿Por qué respondió Jesús con tanta rapidez? Porque las palabras de aquel hombre estaban llenas de fe.

En más, al oír la respuesta del centurión, Jesús se asombró y dijo: "De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe" (versículo 10).

La fe que tanto impresionó a Jesús fue que el centurión estuvo dispuesto a creer sin pedir alguna señal espectacular o algún milagro del cielo. La Palabra era lo único que él necesitaba para creer que Jesucristo podía sanar a su siervo. “Solamente di la palabra…”, dijo el centurión. Y en aquella misma hora su siervo fue sanado.

Quién necesita un milagro…

Esa misma fe, y aun una fe mayor —una fe que impresione a Dios— está al alcance de cada uno de nosotros por medio de la Palabra de Dios. Él envió su Palabra para sanarnos y liberarnos (Salmos 107:20). La Palabra se hizo carne, en la persona de Jesucristo, y vivió entre nosotros. En Él —en Dios, en la Palabra— está la vida, y esa vida es nuestra luz (Juan 1:1-14; Salmos 119:105).

El apóstol Pedro se refirió a la Palabra de Dios como la palabra profética más segura. ¿Más segura que qué?

Bueno, para empezar, Pedro había visto su buena parte de señales y maravillas. La mayor talvez fue cuando acompañó a Jesús, junto con Santiago y Juan, a un monte donde oyeron la voz de Dios y vieron a Jesús hablar cara a cara con Moisés y Elías.

Pedro quedó tan impresionado que se ofreció para construir unos albergues para todos, para quedarse un rato en ese lugar. (Mateo 17:4). Pero a pesar de las manifestaciones gloriosas de Dios que había presenciado, Pedro luego dijo las siguientes palabras en su carta:

Porque no os hemos dado a conocer… siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él [Jesús] recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos… (2 Pedro 1:16-19).

Ahora bien, no se puede negar que las manifestaciones físicas de la presencia de Dios y de su poder pueden ser espectaculares para nuestros sentidos, pero aun así, todavía tienen algo de incierto.

En primer lugar, los milagros no ocurren todos los días; son actos de la voluntad de Dios, no de la nuestra. Así que no debemos vivir de milagro en milagro. Dios nunca quiso que fuera así. Él nunca nos prometió una dosis diaria de visiones, sueños, profecías y milagros para que pudiéramos vivir.

Lo que Dios si nos dio fue un libro lleno de promesas vivas. Él envió su Palabra; nos dio un libro rebosante de vida, rebosante de Él.

Si usted estudia la Biblia, verá que no es un libro sobre alguien, sino que es Alguien. Es, literalmente, como si Dios estuviera hablando a cada uno de nosotros, lo cual explica por qué Pedro se refirió a la Palabra de Dios como la palabra más segura.

En 2 Pedro 1:19, él continúa diciendo: “… a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones".

En otras palabras, cuando usted se despierta por la mañana, quizá no oiga de forma audible la voz de Dios. Pero sí puede contar con la Palabra, las promesas, la revelación y la sabiduría de Dios, las cuales son tan seguras como el sol que sale todos los días; así que viva de acuerdo a ellas.

Si, los milagros son maravillosos, pero el plan de Dios es que andemos por fe, no por vista (2 Corintios 5:7). El espera que vivamos cada día por la fe en su Palabra, no por las señales y maravillas que podamos ver en el camino.

¿Puede dármelo por escrito?

Veamos por unos momentos uno de los mejores ejemplos del Antiguo Testamento de lo que es andar por fe y no por vista: Abraham.

Cuando Dios llamó a Abraham para que saliera de su tierra, dejara a su familia y se fuera a otro lugar, no existía la Palabra escrita de Dios. Ni siquiera existía pacto alguno entre ellos. Lo único que Abraham tenía era una promesa oral: “Vete de tu tierra —Dios le dijo—… Haré de ti una nación grande” (Génesis 12:1-2).

En ese entonces, Abram tenía 75 años de edad y su esposa era estéril. Abram creyó en la Palabra de Dios y dejó sus parientes y su tierra. Cuando Abram llegó a Canaán, Dios se le apareció y le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra” (Génesis 12:7). Luego, en Génesis 13, Dios le dijo: “Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra (Versos 15-16).

El hecho es que a lo largo del camino, Dios estuvo hablándole y hablándole de la promesa.

En Génesis 15:2, después de que Dios se le apareció en una visión, Abram le preguntó: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo?"

En ese momento de su vida, Abram se dejó llevar por las circunstancias. Tenía 86 años, y lo único que veía todos los días era que su mujer estéril y que no había señales de algún hijo. Se quejó aún más y dijo: “Mira que no me has dado prole [hijo]” (verso 3).

En realidad, Dios ya le había dado a Abram la semilla que este necesitaba, solo que él no se había dado cuenta. Desde el principio Dios le había dado su Palabra, y la Palabra de Dios es la semilla (Marcos 4).

"Haré de ti una nación grande… A tu descendencia daré esta tierra… Haré tu descendencia como el polvo de la tierra". Dios le había dicho esas cosas a Abram durante 11 años. Sin embargo, a Abraham se le estaba haciendo difícil confiar en la Palabra de Dios. Así que Dios le ayudó un poco.

Primero, Dios llevó a Abram afuera, por la noche, y le dijo que contara las estrellas. "Así será tu descendencia", le dijo Dios. Y Abram creyó al Señor (Génesis 15:5). Entonces Dios hizo un pacto con Abraham, y sacrificó unos animales como señal para Abraham de que Él guardaría ese pacto. Este pacto de sangre fue un ancla poderosa para la fe de Abram. Sin embargo, después de 13 años, cuando Abram ya tenía 99 años, aun no tenía ningún hijo.

Fue ahí cuando Dios empezó a poner la Palabra en la boca de Abram.

Identidad y destino diferentes

Desde el momento en que Dios le dijo a Abram que haría de él una nación grande, Abram pudo haber dicho: "Bien, desde ahora en adelante mi nombre será Abraham, porque Dios me ha dicho que seré padre de muchas naciones. Y si Dios lo dice, y yo lo creo, entonces es un hecho".

Abram pudo haber adoptado esa actitud, y así se hubiera evitado muchos problemas. Pero no lo hizo. Tenga presente que Abram no había nacido de nuevo ni había sido vivificado espiritualmente como nosotros, y no tenía a su alcance la Palabra escrita para estar leyéndola. Por lo tanto, lo único que él sabía era: "Señor… ando sin hijo… y no me has dado prole". Dios cambió esa situación cuando le puso un nombre diferente.

Cuando Abram recibió el nombre de Abraham, adoptó la identidad de "padre de muchas naciones", que es el significado de su nombre nuevo. Siempre que decía su nombre, estaba diciendo: "¿Qué tal? Soy el padre de muchas naciones". Es más, siempre que alguien le dirigía la palabra, estaba diciéndole: "oye, padre de muchas naciones".

¿Qué estaba ocurriendo? Pues que Abraham y todos sus conocidos estaban llamando las cosas que no son como si ya fueran (Romanos 4:17). De hecho, Abraham estaba repitiendo la palabra que Dios había hablado, y estaba oyéndola de boca de los demás.

Jesucristo hizo lo mismo con Pedro. Cuando el Señor conoció a Pedro, el nombre de este era "Simón, hijo de Jonás". Pero, luego, el Señor le puso otro nombre: "Pedro", que quiere decir roca. Y si había alguno entre los discípulos que no era una roca, era Pedro. Jesús sabía lo que estaba haciendo: estuvo utilizando el nombre "Roca" para dirigirse a Pedro, hasta que este llegó a ser una roca. Al recibir ese nombre, repetirlo y responder a este, Pedro estaba mostrando su conformidad con la Palabra de Dios y con la palabra que Jesús había hablado.

Vemos entonces que el método para cambiar estos nombres, y que las personas hicieran una realidad su destino al estar de acuerdo con lo que Dios dijo que serían y harían, consistía en que meditaran en la Palabra, la hablaran y la oyeran, para que se convirtiera en parte práctica de sus vidas.

La meditación en la Palabra fue también el plan para tener éxito que Dios dio a Josué cuando este asumió su puesto como líder después de la muerte de Moisés. "Nunca se apartará de tu boca este libro de [mi Palabra] —le dijo Dios—, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien" (Josué 1:8). La palabra hebrea que se traduce como "meditar" aquí quiere decir "hablar entre dientes; andar susurrando". O sea, a Josué todo le saldría bien si hablaba constantemente la Palabra de Dios: si se la repetía a sí mismo, si la hablaba a otros y si la hablaba en toda situación.

¿Puede imaginárselo…?

Cuando Abraham por fin recibió por la fe el hecho de que sería el padre de muchas naciones, él aún no podía verlo con sus propios ojos. Entonces, ¿cómo hizo para verlo?

En el Salmo 2, la palabra "piensan" puede también ser traducida como "imaginan". Se trata de que al andar hablando constantemente la Palabra de Dios —como Abraham, Josué y Pedro lo hicieron—, y llamando las cosas que no son como si ya fueran, ella produzca una imagen interna en nosotros. Esa imagen a su vez se convertirá en esperanza, y en la esperanza fue donde Abraham se vio como "padre de muchas naciones".

Me acuerdo que en los primeros días de este ministerio, a Gloria y a mí nos llegó el momento en que necesitábamos un automóvil más grande para acomodar a toda la familia y poder ir a predicar a donde se me invitaba. Así que, en cuanto a ese automóvil, hicimos lo mismo que habíamos hecho con otras necesidades: buscamos las promesas de Dios en cuanto a esa necesidad, oramos, sembramos, confiamos en Dios y hablamos la Palabra.

Después de que como familia aceptamos la Palabra y nos pusimos de acuerdo, anduvimos por la casa diciendo: "¡Gloria a Dios por nuestro automóvil nuevo!" ¡Ese auto nuevo es nuestro! "¡Gracias a Dios por nuestro coche nuevo!" Luego, continuamos meditando en la Palabra. En ese entonces, nuestros hijos estaban pequeños, pero con edad suficiente para asirse de ese automóvil nuevo por la fe.

Un día, nuestro hijo Juan me preguntó: "Papá, ¿ese automóvil nuevo es nuestro?"

"Oh, por supuesto", le contesté.

"Entonces, vamos a traerlo", dijo él.

Para él la idea del auto nuevo se había vuelto tan real que no veía por qué no podíamos ir a traerlo. No le dije que la razón por la cual no podíamos comprarlo era porque nos hacían falta $3000. Empecé a decirle: "Mira, Juanito, tenemos que…", pero no seguí porque me di cuenta de que estaba a punto de seguir el camino de la duda y la incredulidad.

Entonces le dije: "¡Eso, Juanito! ¡Gloria a Dios! ¡Vamos a traerlo!" Al instante, todos empezamos a decirnos: "¡Vamos a traerlo!" En menos de una semana, alguien me llamó, y sollozando me dijo: "Oh, hermano Copeland. Me siento muy avergonzado de mí mismo. Hace unos días el Señor me dijo que le enviara a usted $3000, y no lo hice. Los he tenido guardados, pero no soporto más esto". La primera vez que Dios le dijo a esta persona que nos enviara los $3000 fue el mismo día que Juanito me dijo que fuéramos a traer el auto. Así que, entonces, fuimos a comprarlo.

La fuente de los deseos se seca

En resumidas cuentas, la verdadera esperanza bíblica no consiste en desear que algo se haga realidad. Dios no está sentado en el fondo de alguna fuente de los deseos esperando que tiremos algunas monedas para concedernos el milagro que deseamos. La verdadera esperanza es una imagen divina en nuestro interior; es un milagro que la Palabra de Dios da a luz en el alma del ser humano; es el plano de nuestra fe.

En Hebreos 11:1 dice que para que nuestros sueños se hagan realidad, la esperanza debe alimentarse de la fe. Se nos dice también que esa esperanza "la…...tenemos como segura y firme ancla del alma" (Hebreos 6:19).

Entonces, no solo tenemos la palabra profética más segura, sino también una esperanza segura. El apóstol Pedro lo dice muy bien, que la Palabra de Dios (sus promesas) entra en nuestro ser y alumbra nuestras circunstancias (2 Pedro 1:19). Al meditar en la Palabra, su luz aumenta más y más dentro de nosotros. Empieza a alumbrar nuestros corazones con más y más fuerza hasta que llega a dar a luz una imagen interna de lo que por la fe estamos esperando recibir de Dios.

Antes quizá nos veíamos como Abraham se vio una vez: sin hijos. Tal vez nos hayamos visto sin plata, enfermos, desesperados o lo que sea. Pero una vez que nos asimos de la Palabra y nos percatamos de que es Dios quien nos habla por medio de ella, le damos lugar a la esperanza; y esa esperanza da vida a los deseos que Dios ha puesto en nuestros corazones.

Abraham creyó en esperanza contra esperanza (Romanos 4:18). Aunque parezca increíble, él recibió lo que esperaba. Nosotros podemos también recibir lo que esperamos. Reciba la Palabra de Dios y aplíquela a su situación ahora mismo.

Reciba la semilla que Dios tiene para su vida. Luego, empiece a hablarla, a oírla, a susurrarla. Medite en la Palabra hasta que empiece a verla y a imaginársela.
¡Vamos! Empiece a aspirar a grandes cosas… y libere su fe!

Aug 23, 2007

Letras para mi amiga

Te vi llegar en el silente paso de mis dias.Te escuche en la noche cuando todo callaba,y en un sutil sueño me diste tu nombre,y en un abrazo me regalaste la paz con la que te recuerdo cada amanecer,cuando mi alma esta encojida,cuando mis deseo caen.En ese momento recuerdo aquel momento en mis sueños y la vida me sonrie,y la vida me grita que gracias a personas como tu hay corazones felices sobre la tierra.
Autoria: Oscar Almonte

Aug 22, 2007

A true Smile

Una sonrisa vale más que mil palabras… Porque al fin y al cabo las palabras se las lleva el viento y cuando se van te sigues sintiendo igual. En cambio cuando estas en paz y plenitud, NADA, ni NADIE te quita lo que reflejas, que no es mas que la belleza que llevas dentro y la satisfacción del deber cumplido…

Fuistes???

Fuiste como una silueta sin vida, como un sonido que se pierde en el viento, como un camino sin salida donde ni siquiera entre, una puerta entreabierta, una incógnita talvez, un adiós sin bienvenida.

Fuiste polvo y cenizas con volumen radical, con silueta, fantasía y tu magia sin igual… Con el gancho en tu sonrisa, con tu risa sin igual, con lo nuevo cada día que se esconde en la antigüedad.

Fuiste tiempo y recuerdo, fuiste olvido y adiós, fuiste alguien siendo nadie, fuiste algo que paso… sin pasar.

Fuiste engaño y dulzura, fuiste suave manantial, con mirada de sequía, con la forma del zaguán.

Fuiste mío y solo mío sin recuerdo, sin ayer, sin existencia aparente, sin quererte devolver, fuiste ráfaga del viento, fuiste frió y calor, impartiendo un sentimiento que envuelve mi emoción.

Tu fuiste o no, si se que exististe en el tiempo, pero no se donde fuiste a parar, si en uno de mis simples recuerdos o en esa blanca pagina que gime palabras para plasmar.

Tu fuiste y te fuiste con un siempre y un adiós, con un sórdido despido que no tiene corazón… Y sabes que te fuiste y fuistes, entonces para que vinistes???... Y ahi es cuando me pregunto realmente que fue lo que fuistes???

Ilusion... ujumm


Ilusión despierta que atraviesas mis sentidos, que coronas mis deseos, que acallas mi vivir; despierta, sonora, sincera, bohemia, constante, silente y que aun sin verte ahí estas siempre en mi.

Ilusión perdida y recobrada, ilusión de apenas y ya te he visto, del hola que perdiste en la noche del ayer.

Ilusión vagabunda y decente, colisión del alma que siente, de dos cuerpos que estremecen su deseo de vivir.

Ilusión que duerme en el olvido, que no mira los sentidos, que figura la silueta del amante que no llega a querer este querer.
Ilusión que es simple y es ligera, que es eterna pasajera de este viaje ida y vuelta, que siempre mira más allá.

Ilusión tuya, ilusión mía, ilusión… Tú fuiste una simple ilusión…

Momentos...

En la vida pasan cosas y pasan; muchas llegan y te tocan bien dentro, otras pasan desapercibidas ante tus sentidos; y en ocasiones llegan unas que estremecen todo tu ser aunque sea por un atípico instante, en donde sabes que paso y no volverá a pasar.

Así son las cosas en la vida, ligeras sorpresas que te despeinan el alma sin darte la oportunidad de alegar tranquilidad. Te humillan a lo sumo, te sumergen a lo interno, te colapsan la respiración, te hunden en lo eterno...

Son solo momentos, de lo que estamos hechos, unos que suben, otros que bajan; unos bien dulces, otros que amargan; sueños y momentos que se confunden entre si, unos te dejan la impresión en el alma, otros te liberan el existir.

Simples momentos y anhelos que se disfrazan de pantomimas y te hacen sentir, te hacen sonar, te hacen vivir; pero pasan… Y solo me pregunto, como sabré o cuando sabré que no es efímero esta vez, que es en serio este amor, que es eterno el querer.

Como sabré que viniste con el deseo de quedarte, de no irte detrás de una ilusión, detrás de otro querer, detrás de un viejo amor; como y cuando sabré que te llegue tal como a mi, que miras si miro yo, que aun me ves sin escuchar mi voz, que no hay esperas, ni adiós… Solo se que sabré aun sabiéndote.

Aug 16, 2007

Algo GRANDE se acerca...

“No recordéis las cosas anteriores ni consideréis las cosas del pasado. He aquí, hago algo nuevo, ahora acontece; ¿no lo percibís?” (Isaías 43, 18-19)

Aunque usted no lo crea, la mano de Dios se está moviendo para que las cosas den un giro a su favor. Trabajando detrás del escenario, Él ha dispuesto cosas nuevas y buenas justamente para usted y esas cosas están comenzando a suceder en este mismo momento, y Él le pregunta: ¿qué no te das cuenta? ¿No lo percibes? Ya comencé a obrar en tu vida y ni siquiera lo has notado.

Probablemente en este momento usted esté lleno de angustia y de desilusión porque las cosas no le han salido bien; quizás económicamente su trabajo no progresa, su negocio no avanza, sus metas no han sido alcanzadas; no ha podido levantarse y las deudas lo tienen arropado; quizás la relación con su pareja está en un punto muerto, donde parece que la separación es inminente; probablemente ni siquiera tiene una relación de pareja porque ha fracasado en el intento una y otra vez y se siente que estará solo(a) para siempre; tal vez ese hijo que ha esperado por tanto tiempo y no ha llegado le hace sentir que es imposible que llegue; tal vez ha estado esperando por algo que ha luchado toda su vida y todavía ni siquiera se ve la sombra de eso.

Han llegado a mí tanta gente a decirme: «Saulo, no quiero esperanzarme con sus palabras. He vivido tanto dolor, he recibido tantas decepciones en mi vida que ya no creo en nadie ni en nada. Me han salido tantas cosas mal, que ya no tengo ganas de empezar nada. No quiero que Dios me dé esperanzas porque si no llega lo que he esperado, me desilusionaré más aún». Si ese es su sentir en este momento, le recuerdo lo que hace un tiempo escribí: Dios quiere que esta segunda parte de su vida sea mejor que la primera.

Él tomará todos esos fracasos, Él tomará todas esas desilusiones, Él tomará todos esos sueños rotos, Él tomará todo ese tiempo de dolor, Él tomará todo ese tiempo de enfermedad, Él tomará todo ese tiempo de adversidad que ha sufrido en manos de otras personas y le dará el doble de bendición, le dará el doble de éxito, le dará el doble de alegría y satisfacción, le dará el doble de paz, le dará el doble de salud, le dará el doble de prosperidad.

Las Sagradas Escrituras declaran: “En vez de vuestra vergüenza tendréis doble porción, y en vez de humillación, ellos gritarán de júbilo por su herencia. Por tanto, poseerán el doble en su tierra y tendrán alegría eterna” (Isaías 61,7). Esa es la promesa; esa es la realidad. Por cada cosa que usted ha perdido, por cada cosa que ha fracasado, por cada cosa que no ha logrado, el Señor de Señores le dice te daré el doble. En lugar de sentir vergüenza, usted sentirá la más grande alegría de su vida y esa alegría será eterna, es decir, no habrá qué o quién se la quite.

Tenga fe. Levántese de esa cama donde se ha caído y ya no tiene deseos de nada. Levante su vista hacia lo alto. En el calendario de Dios, ya se acerca ese día en el que usted será bendecido al doble. Ese día ya está aquí. Dios es más que suficiente y en Él usted es más que vencedor. Levántese de la cama cada mañana con ese pensamiento: Él es más que suficiente y, yo soy con Él, más que vencedor. Pero el texto con el que inicié lo dice muy claramente: “no recordéis las cosas del pasado”. Lo que quiere decir es que mientras usted esté atento sólo a lo que se quedó en el pasado, no podrá estar preparado para lo que Dios le quiere dar en el futuro.

Un futuro que está empezando ahora, porque dice “yo hago”. Note bien que no dice yo haré, está conjugando el verbo hacer en presente no en futuro. Ese tiempo de doble bendición y alegría no es para dentro de mucho tiempo. Ese tiempo ya comenzó. Es en este mismo instante que Dios está obrando. Su mano se está moviendo y usted ni siquiera se ha dado cuenta. No permita que porque usted no tenga tal vez la fuerza espiritual para percibir qué cosas maravillosas vienen hacia usted, el enemigo le robe la paz y el entusiasmo para recibirlas.

¿Sabe una cosa? El enemigo ya conoce todo lo maravilloso que usted tiene por delante y él no quiere que usted lo reciba. Es por eso que le mentirá con toda clase de mentiras para que usted se desanime y no alcance su destino. Le mentirá a tal punto que usted no se sentirá capacitado ni digno de recibir nada bueno de parte de Dios. No deje que le mientan acerca de su futuro. Cuando está más obscuro, es cuando está a punto de amanecer. Fortalezca sus rodillas, levante sus manos y espere que lleguen las cosas buenas a su vida.

Cuando se le acerquen las personas a decirle que las cosas no van a cambiar, que usted no va cambiar, que sus sueños no se cumplirán, recuérdese a usted mismo y dígase: «tal vez no estoy viéndolo ahora, pero la mano de Dios está haciendo todo lo necesario para que yo reciba el doble de lo que no he tenido hasta este momento, y cuando eso suceda, estaré tan ocupado(a) viviendo en mi bendición, que no tendré tiempo de recordarme de los tiempos pasados de tristeza y frustración». Recuérdelo: cuando la razón le diga que no se puede, la Gracia de Dios le abrirá la puerta. Cuando el mundo y las circunstancias le digan que usted no puede pasar, el Espíritu Santo de Jesucristo le dirá ADELANTE. Este es el día de su milagro.

Cambie su actitud ahora y reciba ese milagro antes de que le llegue. Al finalizar esta página, cierre sus ojos y dé gracias a Dios por lo que Él está haciendo en este momento. Cierre los ojos y deje que su corazón cante una canción de agradecimiento a Dios porque también a usted Él le ha elegido para entregarle cosas grandes y maravillosas. Este es el día que hizo el Señor. A propósito, veo una puerta que se está abriendo y lo que puedo ver es hermoso y tiene una nota que dice: “Para ti”
(Autor: Saulo Hidalgo)